Para concluir y haciendo alusión a un pasaje histórico que pongo en sus manos, se narra una experiencia en la que Brueghel escribió a su comprador, el cardenal milanés Borromeo: “en este cuadro he hecho lo mejor que se hacer. Creo que nunca antes se habían realizado con igual esmero, tantas flores de variedades tan diferentes y excepcionales, […] Confío en que su excelencia juzgue si las flores no superan al oro y a las joyas”[1]. Y que esta síntesis de forma y contenido, está evocación barroca, envuelva su sensibilidad y enriquezca su espíritu.
[1] Rolf Toman. El Barroco. Alemania: Könemann, 1997, p. 474.